OTRAS ENFERMEDADES SEVERAS

Si alguna vez hubiese imaginado que viviría lo que estoy viviendo, debo decirles, que les estaría mintiendo….y eso que soy una experta en ilusiones y sueños por cumplir…

Me llaman Lala, tengo 41 años, estudié y ejercí como arquitecta, y transito hace 6 años la experiencia de una enfermedad autoinmune en mi cuerpo, como lo es la Artritis Reumatoidea…mi gran Maestra

Los primeros dos años, luego de conocer el diagnóstico, fueron de corridas, enojo, ira, negación, por qué a mí, y sobretodo cómo se sigue… Luego de unos meses, abrumada por el trabajo que dejaba sin aliento mi agenda diaria, y una mente anestesiada por el miedo y la tristeza, accedí a hacer el programa P.A.R.A. de la Fundación Salud. El Universo permitió que llegara la persona exacta, y en el momento indicado, para decirme que todavía había esperanzas….absolutamente aturdida, pude suspender todas mis actividades por una semana, y he aquí, que he conocido a una de las personas más importantes y que ha cambiado mi vida de una vez y para siempre, Stella Maris Maruso. De su mano aprendí a vivir, a disfrutar, a ser íntegra, pero por sobretodo a ser mejor persona y ampliar mi círculo ; me devolvió las ganas de vivir, a tener un propósito y a tener “una canción más para cantar”…

Enfrentarse con la necesidad de morir, en varias oportunidades, ha marcado la diferencia para “volver a empezar”, porque cuando lo abandonas todo, te haces un nudito en la cama y decís ojalá que mañana no amanezca, te aseguro que has quedado vacío absolutamente de todo miedo, rencor, vanidad y sobretodo soberbia. Lo entregas todo, por un poco de alivio a tanto dolor físico. Sientes que nada tiene sentido si no eres capaz de llevarte un vaso de agua a la boca o que te derrumbas de dolor por llegar a un calmante en medio de la madrugada.

Pocas cosas como el Miedo a la Supervivencia, te dan el verdadero significado de la palabra ENTREGA. Me ha llevado tiempo, pero por sobretodo coraje, para enfrentarme “¿al qué dirán?, al ¿quién soy? “ Pero el tiempo, la paciencia, la voluntad, y por sobretodo la perseverancia me han demostrado, que hay caminos que no conocía, pero que verdaderamente han valido la pena saber de ellos, para poder recorrerlos, muy a pesar de todo.

En este punto tengo que decirles, que como cualquier ser humano, he tenido desafíos personales y también profesionales, que jamás hubiese imaginado; pero les aseguro que entregarse a la Gracia del Universo, ha sido uno de los trabajos más desafiantes que me hayan encomendado. Esto implicó soltar el ego, soltar el sistema de creencias, los dogmas, los prejuicios, las ilusiones, enfrentarme cara a cara con los miedos y sobretodo a mis catástrofes imaginarias.

Con un trabajo paso a paso y de genuina Conciencia, la Vida me ha sorprendido muy por encima de lo que alguna vez haya imaginado.

Desde lo más básico, puedo decirles que haber descubierto los sentidos, ha sido una de las cosas más maravillosas que me han sucedido. Puedo decir que en las tardes de un calor extenuante y con un agobio y cansancio indescriptibles, la brisa de verano y el perfume de rosas han sido los opiáseos perfectos; la frescura de la lluvia en mi cara y un asiento a mitad del camino, han sido el motor de fuerzas para llegar a casa, o la cara forzada de mi madre alimentándome, para decirme “saldremos de ésta “…..les aseguro que transforman a cualquier persona.

He podido descubrir que la Risa desmesurada y genuina puede permitirte llegar en busca de ayuda. Que el baile y la Celebración, pueden dibujarte una sonrisa en la cara, luego de haber recibo el pronóstico de un estudio médico; y eso es mucha medicina para mi cuerpo. Que la Meditación y el estado de contemplación pueden darte el alivio al dolor más profundo que jamás hayas experimentado. Que el Amor por la vida, quizás no te lo den tus padres, sino el brillo de una gota de lluvia sobre el púrpura de una flor. Y que el Amor incondicional, no tenga que ver con encontrar la persona que quiera compartir tu vida con la suya; sino que tu cuerpo físico necesita de la materia para expresarse, pero de un Alma Libre para expresarse donde, cómo y cuándo quiera. Gracias a la vida, por haber inmovilizado mi cuerpo físico casi por completo, porque eso me permitió darle “alas a mi Alma y luego a mi físico” y juntos haber atravesado las peores tormentas.

Agradezco a la Vida haberme dado la posibilidad de volver a caminar, porque el haber estado casi absolutamente inmovilizada, me ha enseñado la diferencia entre lo urgente y lo importante. Lo lindo de las palabras, pero la sabiduría del silencio. La complicidad de una mirada, pero la temperatura de una lágrima, han podido marcar la diferencia y …“devolver mi estrella de mar a su Mar, cada día”…

El tránsito por la experiencia de la artritis reumatoidea, no solo me ha enseñado de las limitaciones del ser Físico, sino de las Potencialidades del SER.

Si creen que lo han leído todo, están equivocados. Lo que le ha sucedido al ser físico, es “nada”, al lado de lo que ha experimentado el Ser. Transitar el dolor físico, me ha llevado a la curiosidad de saber, qué le había pasado a mi Alma, mi Espíritu y mi SER; y he aquí el mayor de los dolores….haber sabido que mi cuerpo físico había sido violado, fue solo el principio de saber que había sido violada psicológicamente una y mil veces por LA persona que más había amado en esta vida, fue el dolor más grande que haya tenido que atravesar. Pero gracias a tener el Valor de transitarlo he comprendido que este Ser, ha sido todo lo que ha podido y querido Ser; y que está en mí tener la suficiente valentía de Soltar todo el sufrimiento que estos hechos me han producido. Porque si de algo he aprendido, es la diferencia entre el Dolor y el Sufrimiento. Haber conocido la Compasión en su máxima expresión, no solo ha liberado mi cuerpo físico, sino mi Alma.

Es el día de hoy, que casi sin excepciones, agradezco todos los días, los pies que me sostienen, los ojos que ven y por sobretodo la sensación de alivio en una caricia de una mano sobre la otra.

Stella me ha podido mostrar, que en la más profunda oscuridad, conoces el verdadero potencial de tu LUZ, y eso yo lo he sabido experimentar.

Agradezco profundamente a la Fundación Salud y a todos y cada uno de sus integrantes, por haberme ofrecido la mayor y más sincera sonrisa, cuando mi mundo se derrumbaba. Porque han sabido del abrazo, pero también del silencio, cuando el sufrimiento del Alma atraviesa sus fibras más íntimas.

Y por último, agradecimiento infinito a mi Ser, que ha sabido esperar el momento perfecto, la hora indicada y el instante fugaz de comprender que cada acción tiene el aprendizaje de haberla atravesado, pero la dulce experiencia de haber existido para salir de ella con un nuevo significado. Tomo las palabras de Elisabeth Kübler Ross, para definir mi estado… “Nadie que haya tenido una experiencia cursada en el umbral de la muerte, ha tenido a continuación miedo a morir “…

Gracias al universo, que me ha permitido expresarme, en esto que le llaman Vida

LALA

P.A.R.A. 116, Agosto 2012

Me llamo Esther. Desde el 2010 comencé con algunos malestares y dificultad para caminar. Me dieron varios diagnósticos y medicamentos que me quitaron las molestias, pero en 2013 empeoraron otras funciones. Hoy puedo moverme bien, pero perdí el habla y tengo problemas de deglución que me obligan a tener alimentación parenteral (todo procesado), por paresia en lengua, paladar y algunos músculos faciales y respiratorios. Ultimo diagnostico Esclerosis Lateral Amiotrofia de tipo Bulbar. Enfermedad en Motoneurona Inferior. Es crónica y progresiva.

Con mis 59 años un nietito, dos hijos, uno especial, no lo aceptaba. Comencé a echar culpas hacia afuera, que los corticoides eran los culpables. Que el stress por mi trabajo. Una situación de desilusión vivida que afectaba mis emociones (algo de todo eso lo causaba, sí, pero desde mis actitudes). Yo no lo sabía, pero mis pensamientos no saludables me estaban autodestruyendo.

Hacia unos años había presenciado un Seminario de Stella Maris en Córdoba, donde me encontraba descansando. Compre un libro, que luego preste y no me devolvieron. Le dije a mi esposo, quiero ir a Fundación Salud. Fuimos, y en diciembre del 2015 realice mi PARA, y comencé mi plan de salud. Gracias al Eterno Padre por haber recordado las maravillosas palabras de Stella.

Los primeros días nos costó amoldarnos a las tareas, simples en realidad, que debía cumplir. Porque la Flia debe colaborar en algunas cosas, para permitir que el Parista cumpla bien el plan, por lo menos con no consumir el tiempo y la energía del enfermo. Desde el amor todo se puede, se pueden generar cambios sanadores en todos, si quieren.

En principio pude reencontrarme con la naturaleza y todas las maravillas que Dios ha creado, vivo casi en el campo, pero a cuadras de zona turística. Tanto mirar sin ver, ahora veo los pájaros, los caballos pastando frente a casa, la tibieza del sol cuando sale, en verano con un cielo diáfano. La brisa que refresca y hace bailar a plantas y árboles. Tocar y sentir. De cuantas cosas me venía privando.

Decidida a sanar mi interior, no quería olvidarme de nada, arme una hoja con cuadriculas, como recordatorio de lo que hacía cada día. Cosas fáciles de hacer, pero a veces alguna cosa no hacía. Lo que es fácil de hacer también es fácil de no hacer dice Stella. Hay que estar atento. Si nos permitimos dejar de hacer, paulatinamente vas perdiendo la disciplina y podes abandonar. Así que miraba mi hojita y me preocupaba de cumplir bien mi plan durante los 3 meses que duraba. Aunque hoy sigo haciendo muchas cosas pues me ayudan a mantenerme “Viva”, presente y en conciencia.

Cuatro meditaciones diarias, una de sanación con visualización y de 17 que iba intercalando. Las reflexiones y preguntas de Stella me abrieron los ojos a lo que no podía ver. Entendí que tenía que desligarme de mis resentimientos, rabia, eso fue lo primero que trabaje. Luego sacar de mi cuerpo el control, ya no iba nunca al emprendimiento fliar pero desde la distancia ejercía control, mi carácter perfeccionista, todo muy limpio, los huéspedes contenidos y atendidos con un plus. Tenía que soltar todo, soltar, soltar, todo es para soltar. Gracias a las lecciones en las meditaciones, escuchándolas una y mil veces, hasta hacer carne que mis actitudes pasadas colaboraban con mi enfermedad. Y el cuerpo te habla. Me sentía fantástica, pero si un día algo

que sucedía me tensionaba, automáticamente mis esfínteres me avisaban, la tensión y dolor de cuello también. Centrarme nuevamente en mi plan y que no me importara otra cosa. Ahí comencé a trabajar lo urgente y lo importante. Cuesta, pero lo único importante en este momento de mi vida es mi salud.

Me ayudo mucho la reflexión que nos dice olvida el pasado, el pasado ya no nos pertenece, lo que paso, paso. Viví a fondo el momento presente, lo que estás haciendo ahora. Basta de yo. No me había dado cuenta de que tenía un ego bastante considerable. Creía haber trabajado siempre por el bien de mi Flia, y de mi comunidad parroquial, y otras cosas que Dios permitió pasaran por mi vida. Pero en el fondo esperaba el amor reciproco, no en cosas materiales, solo la gratitud. Y no es así. Hay que amar incondicionalmente, sin esperar ni siquiera un beso. La cadena es hacia adelante, lo que esta atrás ya no existe. Cuanta Paz da amar incondicionalmente a todos. Y dejar que la vida vaya por su curso, sin pensar que voy a hacer mañana, el mañana tiene su aflicción. Tengo que ocuparme de lo importante no de lo urgente, y lo importante es mi salud. Otros se encargaran.

Lo último que encontré fueron mis creencias insalubres, hace no más de 3 semanas. Me crie con eso de: Hay que sacrificarse, sin sacrificio no se llega a nada…… Hoy me rio de eso, hay que vivir y buscar lo mejor para la Flia, sin olvidarse de abrir el circulo para mirar al que está necesitado a nuestro lado, pero en la alegría, no en el dolor del sacrificio. De que me sirve si después la enfermedad no me permite disfrutar con todos la alegría de vivir sana.

Claro que hay días que la mente, con el ego en colaboración, te traiciona, trata de que te quedes pegado en la telaraña. Pero ahí entra el jugador del equipo más importante, el 10, la conciencia, hay que educar a la conciencia y ella no permite que me equivoque y retroceda. Como se logra? escucho y escucho en conciencia las meditaciones. Me chista y dice, no, no, fijate por donde te quiere llevar, pone el freno! Solo tengo que estar atenta y escuchar.

Encontré 3 voces en mi interior, como dije la mente, la conciencia, y la tercera es……… no puedo llamarla de otra manera que El Amor. Es la que me habla con una dulzura infinita, para mí que soy Cristiana, el Espirita Santo que me habita. Todos tenemos un pedazo de Dios dentro de nosotros. Solo es escuchar el tono de su voz interior, su tono dulce, tranquilizador, que me dice: tranquila, todo va a pasar. Tranquila vas a estar bien.

Hago mi mayor esfuerzo, sé que puedo no curarme, quizá mantenerme como estoy. Pero si mi interior está en paz, todo está bien. No pierdo la fe. Mantengo la confianza. Tuve en mi juventud una maestra espiritual que me internalizo muchas cosas, Chiara Lubich, agradezco a Dios por esto. Se ve que hay designios de Dios para cada uno, yo me aparte del camino y la enfermedad vino a ubicarme de nuevo. Encontré muchos Para Que en mi enfermedad.

Además de mis nuevos pensamientos que me sanan, tengo muchos a quien agradecer el amor sanador que me brindan, Stella Maris, sin ella no hubiera reencontrado mi camino, ni emprendido este nuevo sendero de sanación. Mi marido compañero incondicional de toda la vida, que ha generado cambios en su vida para ayudarme. Mis hijos que hacen lo que pueden, Silvi hasta nos invita a compartir encuentros con sus amigos. Isabel mi fonoaudióloga, que me brinda tanto amor. A Jimena con sus sms que me alientan. A Mariel, la terapista de la Fundación, a quien le comento mis cosas y me orienta con toda su dulzura. El Padre Pablo que

hace lo que puede y me da abrazos y bendiciones sanadoras. Mi comunidad parroquial, no dialogamos por mi situación, tengo que escribir y el mundo está apurado, pero me abrazan y me miman. No he podido asistir a muchos talleres y seminarios de la Fundación por la distancia, soy de Entre Rios, pero a los pocos que puedo concurrir, agradezco a todos los servidores que nos dan una oleada refrescante para que no nos desviemos, que sigamos en camino. Juntos es mejor dice Stella Maris, sí, solos es imposible. Que todos sean Uno……., dijo Jesús. Uno con todo y con todos, así es más fácil. Y hay que estar siempre atentos para vivir mentalmente sanos. Lo demás se da por añadidura.

CON MI ENFERMEDAD NOS TRANSFORMAMOS TODOS

Parece mentira, cuando me enfermé todo fue muy extraño, no entendía nada, mi familia tampoco, todo era tan oscuro, hasta que gracias a Dios me hablaron de la Fundación Salud. Necesitaba comprender qué me estaba pasando y qué podía hacer con tanto dolor, miedo, incertidumbre. Así fue como empezamos a ir con mi mamá y comenzamos a vislumbrar de qué se trataba, en definitiva, la vida.

En este tiempo que compartí en la Fundación, el cambio fue enorme, pero lo que más agradezco es la ayuda que le brindaron a mi mamá.

Ella, como mi acompañante, fue procesando todo lo que escuchaba en las charlas, y eso fue esencial cuando ella misma pasó a ser la paciente. Aplicó todo lo que pudo de mi plan de salud, día a día hacíamos las “tareas” que nos proponían, entre ellas, sanar sus vínculos con mi papá y su esposa. Su cambio fue increíble, al punto que terminó agradeciéndole a la esposa de mi papá que los cuidados que me brindó cuando ella no podía.

Incluso quería que la mujer de mi papá la acompañara al oncólogo y a la Fundación. Fue extraordinaria su transformación. Modificó su cabeza y su sentir. Realmente alcanzó la sanación. Ella fue extraordinaria, así como la paz que alcanzó su alma. Fue y es mi gran maestra.

Stella me dijo un día que pensara para qué vino mi enfermedad. Creo y siento que para que viniéramos aquí, el lugar donde comenzaron nuestros cambios. Mi mamá aprendió a perdonar y a sanar sus vínculos, tengo que agradecer a mi enfermedad por eso.

Hoy mi madre ya no está, pero aprendí mucho en esos últimos seis meses en los que aplicó todo lo que pudo de lo aprendido. Pudo partir con gracia, aceptando con dignidad su despedida. Vivió día a día sin aferrarse al resultado.

Y con respecto a mi miastenia, los inmunosupresores ya no hacen efecto en mi cuerpo, pero yo no estoy peor. Los médicos no entienden mucho, los análisis no dan muy bien, pero yo estoy bien. Parece loco, pero así es. Incluso creo que estoy mucho mejor que cuando llegué a la Fundación en 2006.

Ya no hay miedo, aprendí a disfrutar el momento, a no proyectar tan lejos, a agradecer lo que tengo. Ya no odio el respirador, hoy agradezco que exista. Agradezco que me sucedió a mí y no a mis hijos. Me acostumbré a decirles más seguido que los amo, al igual que a mis hermanos y a mi papá. Siempre los amé, pero no se los decía tan seguido.

Agradezco a Dios el marido que tengo. Sorprendentemente la enfermedad nos unió más, nos hizo más fuertes. Hoy podemos disfrutar de lo más sencillo y simple.

Como familia nos fortalecimos juntos ante lo que nos tocó y toca vivir. No es fácil, pero tampoco tan difícil. Con nuestros hijos compartimos las meditaciones y tratamos de dar vuelta los pensamientos negativos. Juntos incorporamos estas prácticas a nuestra vida.

Gracias a Stella y a la Fundación por ayudarme a ver que las recaídas de mi enfermedad siempre me enseñan algo, que “todo pasa”.

Gracias por tanto aprendizaje, por recibirnos con los brazos abiertos, por tanta comprensión, por tanto, tanto amor.

DNI 16.600.168

VOY POR MI TRANSFORMACION. Llegué a la Fundación con secuelas de un ACV (Accidente Cerebro Vascular). La vida que tuve hasta el 28 de Mayo de 2008 llegaba a su fin, un matrimonio trunco me había dejado una hija divina. Por lo demás todo se venía derrumbando despacio, pero seguro. Una vida que parecía tratarme bien, dinero, autos, pilchas, mujeres, viajes, trabajo, poder…todo, finalmente, se había perdido. Lo último, mi pareja en ese momento, se borraba, víctima del miedo que le había causado mi accidente. Creí que ya no quedaba nada, pero ahí aparecieron mi vieja, y mi hermana, años de desencuentros terminaban en un segundo, “dos minas de fierro” que me bañaban, me ponían la chata, me alimentaban, me cuidaron, me dieron AMOR. La vida había querido, después de debatir por varios días, que me quedara cumpliendo una función que seguramente iba a descubrir, sin apuro, despacio, pero firme…

Mis compañeros de Fundación, sospechaban que me hacía llamar veloz, un motivo más para sonreír, una ocurrencia de las que acostumbro tener, pero no, mi apellido verdadero es Veloz, una ironía de la vida, el accidente me dejó lento. Y lento me fui recuperando físicamente, comencé a levantarme, a andar sobre una silla de ruedas, ya me bañaba solo, me hacía de comer, me cambiaba la ropa; y hoy mi madre pasea y mi hermana está en su departamento.

Pero mi recuperación física necesitaba algo, no podía explicarlo, ni yo sabía cómo llamarlo. Ni terapia, ni grupos de ayuda, nada me alcanzaba. Una ex pareja mía, un día, me envía un mail diciéndome que cerca de casa había un lugar donde gente se curaba desde un càncer hasta SIDA, que me fijara.

Simple, con la dirección y el teléfono ingresé a internet, donde me informé básicamente, haciendo lo que vos hacés ahora…leyendo testimonios, no creyendo nada de lo que leía, pero algo me movía a continuar en la página….y me dije Dany, abandoná viejas creencias y permitite dudar, y entonces tomé el teléfono para preguntar de qué se trataba “esto”, y fui invitado a escuchar una conferencia que daba la directora de la Fundación y ahí estuve, sentí que todo era para mí, cada cosa que Stella decía me sacudía en mi ser mas íntimo…

Esto quería para mi camino, quería quitar de mi vida el vivir en el pasado y no quería vivir en el futuro, no más miedos disfrazados, ni rencor, ni intolerancia, ni venganza. Todo lo que había lastimado mi cuerpo y me había dejado en una silla de ruedas lo iba a transformar; estaba dispuesto. Si aún tenía vida era para algo, no iba a esperar a curarme para vivir a pleno. Para ser feliz!!

Me armonicé y Stella me dijo “Hacé todos lo talleres!” y cumplí la premisa, hoy me encuentro sin la silla de ruedas, he pasado tres seminarios y un PARA aquí dentro, siento que puedo ó no curarme de la secuelas del ACV, pero voy a sanar mi vida; y lo que yo haga marcará la diferencia definitivamente.

Ya no más ilusiones, basta de querer tener, para comenzar a hacer, para finalmente ser, Yo Soy. Siempre Soy, no fui, ni seré, SOY.

Convivo con pesadas molestias en mi cuerpo, a veces con fuertes dolores, pero no se nota, mi cara no refleja esa molestia, el dolor dialoga conmigo, nos respetamos.

He aprendido a aprehender, a contemplar, a conectarme con los sentidos, oír el canto de un pajarito, oler el cesped recién cortado, a ver el verde de los árboles que me rodean, a sentir la textura del pétalo de una rosa, a disfrutar de un exquisito Lemon Pie. Lento gozando más que nunca.

En una reunión grupal de los días miércoles, con casi 100 personas alrededor Stella Maris, me preguntó si yo tuviera el poder de volver el tiempo atrás…¿Volverías a tu estado anterior? “Sé honesto!”

Y con la sinceridad que jamás he experimentado, respondí…”NO”. Yo no había elegido cambiar, la vida lo hizo. Quería, deseaba un cambio para mi vida; pero temí que el cambio me pondría en un espacio que yo no conocía, que no me fuera familar, que me incomodara, que sintiera que no era yo…y entonces dejé que la vida actuara…y actuó.

Estarás de acuerdo conmigo que no es necesario ser bendecido de ésta forma, intento que otros abran sus ojos y se le adelanten a la vida actuando desde la salud, a veces se animan y otras, no. Pero cada uno es dueño de elegir y está todo bien.

Nada es gratis y no hablo de dinero, para trasformarse, para dejar nuestros viejos sistemas de creencias, para crear salud, hay que trabajar en uno…duro, conciente de que éste es el camino y que de éste camino ya no se vuelve….nunca más.

Esto recién comienza, el trabajo del equipo de Stella en nuestra transformación, no se puede describir en éste párrafo, solo GRACIAS! a todas las colaboradoras de Stella Maris (yo sólo la llamo Maruso)

Estoy lento, pero más Veloz que nunca.

DNI 16.542.944

He vivido desde los 20 años de edad, como si fuera propia la artritis reumatoidea que padecieron mis Padres, ya que era yo quien los orientaba sobre especialistas médicos, hospitales, nuevos tratamientos, etc. Comencé con mi papá que tuvo Artritis Reumatoidea a los 50 años, busque cuanto mejor especialista, tratamientos hubo en el momento ya sea con la medicina alopatica, como la medicina alternativa. Siento que hice todo lo que mas pude por él, pero hay algo que quedo sin cubrir “su inmenso dolor” que lo llevaba en el alma. Papá falleció a los 69años, pero un año antes le diagnosticaron a Mamá también Artritis Reumatoidea, nuevamente tanto mis hermanos como yo acompañando a mamá en este proceso y hasta la actualidad.

Hace 10 meses me diagnosticaron artritis reumatoidea, y en el medio para completar, una profunda depresión que me acompañaba! Imaginen mi cabeza; acostumbrada a leer los análisis de mis padres, escuchar a los médicos, ver que los tratamientos médicos que atenuaban los síntomas, pero la enfermedad ahí siempre presente…..!!!!! Cuando me tocó a mi sentí morirme, sentí que ya había sufrido lo que tenía que sufrir en esta vida al lado de mis padres. Que no quería seguir con todo esto, que se me habían acabado las fuerzas.

Tratada con el mismo profesional de mi padre, el mismo diagnóstico y me suministró la misma droga. En ese mismo instante sentí un gran quiebre en mi vida, y pensé “hasta acá llegue”; no quiero nada más en esta vida: pasó por mi mente la idea de suicidarme”. No me importó nada, porque ya no sentía nada; sólo me sostenían fuertes dolores en el cuerpo y un llanto permanente envolvían mi corazón, mente y cuerpo.-

Por supuesto ya estaba con licencia laboral en casa, doblada de dolores, con las articulaciones rígidas totalmente, entumecida, sin poder movilizarme; no podía bañarme, peinarme, en fin, paralizada totalmente de cuerpo y mente. Hasta que uno de esos días, viendo la TV desde la cama, en un canal escucho casi las últimas palabras de Stella Maris Maruso (no entendí mucho de que se trataba), y busque por internet a este paraíso, que es para mí la Fundación Salud, ese mismo día me traslado con mi marido hasta el lugar, y en una entrevista con ella, una de las cosas que me dijo fue: “Acá vas a sanar tu vida, tranquila”, y me dio un beso de mas o menos media hora que lo sentí desde la punta de la cabeza hasta la ultima articulación de mis pies!

Hoy a 10 meses de estar en la Fundación Salud puedo decir que ya no soy la Susana que nació estrellada, sino más bien que desde una gran estrella fui guiada a buscar mi lugar en la vida, buscar en mi interior, abrir mi corazón, a quererme, a respetar mi cuerpo, a conciliar con los procesos de las enfermedades que estoy atravesando, volví a creer en los tratamientos, en los médicos, aprendiendo que puedo ser feliz más allá de….!

Con respecto a las enfermedades estoy en tratamiento con resultados altamente positivo en cuanto a la remisión de la artritis reumatoidea.

Sólo quiero manifestarles que la Fundación Salud con Stella Maris Maruso y su equipo, “me devolvieron la vida”, me enseñaron a trabajar día a día para mí, “a trabajar sobre la profilaxis de mi alma”, para luego abordar la mente y el físico.

Hoy soy feliz, es tanto, tanto pero tanto, el agradecimiento que tengo que dar a Stella y su cuerpo de colaboradores (profesionales y no profesionales), que siento no me va a alcanzar esta vida, solo agradecimientos profundos, de corazón!

Treinta y siete años. Una enfermedad degenerativa que le ha provocado una minusvalía del 75%, tras lo cual se moviliza en silla de ruedas, ha perdido audición total en un oído y parcial en el otro. Visión doble. Disartria en el habla. Ataxia en sus movimientos.

La Vida, como yo la había entendido, para la cual me estaba preparando, me dijo “NO”, así de claro, así de indiscutible y tajante, tan tajante que sangré mucho. La enfermedad o los problemas graves se nos ponen adelante y en menor o mayor medida nos obligan a cambiar; porque cuando todo está bien, ¿para qué cambiarlo?

Llegué a los 20 años en un estado que muchos podrían considerar “envidiable”: saludable, deportista, responsable, inteligente, estudiante universitario, un trabajo prometedor y un cierto éxito con las chicas.

Creía tener un perfil de vida claro.

Desconocía el significado de la palabra enfermedad, incluso hasta pasado un tiempo que esta me hubo golpeado.

Comencé perdiendo progresivamente la agilidad habitual en las piernas. Primero fue una leve debilidad y luego se volvió tan severa que tuve que utilizar dos bastones canadienses, pero esto por supuesto no iba a impedirme continuar con mi ritmo de vida habitual: facultad, trabajo, etcétera.

¿Era esta enfermedad un sueño!? ¡No podía estar ocurriéndome a mí!

Infelizmente, esto coincidía con la separación de mis padres.

Debieron hospitalizarme para hacerme todo tipo de estudios neurológicos y salí tan débil y vapuleado de allí que tuve que darme cuenta de que los médicos no eran dioses y que no hallarían la pastilla mágica que me devolviera mi vida.

Recuerdo tener la sensación de que mi cuerpo se desmoronaba como un edificio, viendo cómo todos los demás edificios a su alrededor caían con él (mi entorno familiar). No había nada a qué aferrarse.

Intenté creer cuando me dijeron que la separación de mis padres era algo temporal; me esforcé en hacer creer esto mismo a los demás y en hacer lo posible para favorecer esa reunificación.

Ya más tarde, y con otra hospitalización por severos malestares, me di cuenta de que esa separación era un hecho consumado, así como también lo era mi enfermedad.

Debía encontrar alguna solución, rápida, urgente y sencilla… ¿Existían los milagros? ¿Dónde conseguirme uno?

Mi formación me había hecho una persona pragmática y racional, pero mi situación necesitaba abrir esos criterios, así que salí a la búsqueda de la cura mágica.

De curas sanadores a sanadores umbanda, de médicos brujos a científicos extraterrestres, de naturistas a homeópatas, y así… inacabables… Todo el mundo conocía algún tipo de solución alternativa que le había hecho muy bien a alguien y entonces ahí iba yo.

De todas formas, reconozco que entre tantos sinvergüenzas o locos había cosas que eran reales e incomprensibles, así que debía cambiar mi mente: “Hay cosas reales que tu raciocinio no puede entender”.

Pero ni aun “lo bueno” había resultado suficientemente satisfactorio.

Ya no creía que hubiera forma de reencausar mi vida y si no me iba a recuperar, no quería seguir viviendo.

Fue entonces cuando salí a buscarle solución, como antes a mi físico, ahora necesitaba una cura a mis “ganas”.

Lluvia de psicólogos y afines, todos bien caros, de los más ortodoxos a liberales y alternativos… nada. No encontraba ni comprensión, ni fuerza de voluntad, ni nada de lo que necesitaba.

Entre tantas búsquedas, un amigo me recomendó la Fundación Salud y yo estaba ya tan cansado que reconozco que me costó darle una oportunidad… pero se la di, o debiera decir “dimos”, ya que fuimos mi mejor amigo (que tenía leucemia) y yo.

La Fundación me pareció un lugar raro y maravilloso.

La mayoría de la gente estaba llena de problemas, de superserios a graves, pero eso no les impedía sonreír y comunicarse amorosamente con los demás.

Yo estaba un poco apático por mi estado emocional, pero el círculo virtuoso era tan fuerte como un huracán que terminó arrancando todos mis prejuicios y logré abrirme emocionalmente frente a desconocidos.

A primera vista, la Fundación Salud sugiere el pensamiento de “¿Es esto una secta? Digamos que sí. Una secta sin dogma, sin creencias ideológicas, salvo que “Todos podemos librarnos de nuestros sufrimientos, no creyendo en algo o alguien, sino cambiando la forma en la que sentimos y pensamos”.

Podríamos decir que me hice algo adicto a la Fundación, porque al entrar me rodeaba gente con problemas (igual que yo) y con ganas de solucionarlos (lo mismo que yo). Así que estar allí me inyectaba energías.

A los pocos meses mi amigo falleció y me sorprendio ver cómo otros amigos sufrían esa pérdida, pero yo, no. Yo pude llorarlo y sentir su ausencia y lograr sentir que no “se me había muerto”, que seguiría en mi corazón. Recuerdo la extrañeza que me causó ver cómo estaba reaccionando frente a ese hecho, que pocos meses atrás habría logrado desmoronarme en mis sentimientos y voluntades. Algo ya había cambiado en mí.

Continué mis actividades en la Fundación, trabajando sobre mi sistema de creencias, sobre mis emociones, el desarrollo de mis virtudes y tantas otras herramientas para fortalecerme.

Es imposible resumir en forma inteligible todo lo aprendido durante mi paso por esta casa.

Yo seguí cambiandoME, siendo otro, empezaba a vivir otra vida. Otra vida totalmente diferente a la que “me tenía planeado”, una vida posible, real y tan satisfactoria como yo me propusiera que fuera.

Sobre esta otra vida puedo contar que me casé, me mudé a otro sitio y no pude ir a diario a la Fundación, pero de todas formas ya contaba con las herramientas internas para lograr yo mismo una buena parte de lo que allí encontraba.

Después, tuve una hija, me mudé a otro país en busca de un mejor porvenir; mi matrimonio naufragó. Conocí otra mujer, me enamoré, me volví a casar… vivo, trabajo, y hasta sonrío bastante más que una persona “normal”. Soy feliz.

Lo aprendido: Es muy difícil para mí poner en palabras el inmensurable agradecimiento que siento por la Fundación Salud, como Institución, y en lo personal a tanta gente que allí trabaja, y en muy especial manera a la señora Stella Maris Maruso.

En la Fundación Salud aprendí tantísimas cosas, que mi formación académica (Colegio Nacional Buenos Aires, Facultad de Ciencias Económicas, UBA) no había contemplado; algo incomprensible, por ser cosas tan fundamentales como el respirar mismo.

Lo aprendido es como un diamante invisible, es algo que siempre estuvo allí pero que nunca vimos, ni supimos aprovechar.

Es una distinta manera de percibir, otra forma de SENTIR (sí, así con mayúsculas), pasando por una elaboración diferente del pensar, y llevándonos a un accionar que tiempo atrás hubiera parecido totalmente imposible.

Es por esto que me resulta difícil puntualizar lo aprendido en la Fundación Salud, porque no son lecciones, sino que es un proceso.

Recibimos información a través de los sentidos, las emociones y la mente, pero luego es cuando se produce el Milagro: la manera en que todo eso se elabora y finalmente sale fuera de nosotros y de esta foma provoca cambios en nuestro mundo.

Stella Maris siempre decía que ella solo daba herramientas, y que luego estaba en cada uno el usarlas o dejarlas en la caja esperando ser necesitadas.

Yo recibí estas herramientas, y sin saber cómo ni por qué, las lecciones salieron de mí, no como un proceso mental, sino como un acto reflejo, sin pensar.

Si tuviera que enumerarlas, simplemente no sabría dónde empezar, ni dónde terminar. Todas y cada una de ellas se relacionan con las demás, y como si fueran una red de neuronas, actúan en conjunto.

Intentaré mencionar algunas que vengan en este momento a mi mente, seguramente no como fueron enseñadas, sino como fueron asimiladas y luego llevadas adelante en mi propia vida.

Abrir el corazón: Vivir con el corazón cerrado (o lo bastante cerrado) es como poseer visión y negarse a usarla. Hay un mundo entero para ser explorado a través de las emociones; sin embargo, la vorágine de la sociedad actual dificulta esa apertura. Cuando abrí mi corazón, me encontré con otra forma nueva de conectarme con la gente..antes era un ciego sin ceguera.

No Tengo Problemas: Yo Soy el Problema: las situaciones que nos rodean son la interpretación que hacemos de ellas. Los prejuicios y los miedos son armas de destrucción masiva de una vida feliz.

Es como el vaso a medias: ¿mitad lleno, o mitad vacío, o acaso incompleto? Son todas percepciones; no hay que dejar que nos limiten.

Aceptación: Si acepto lo que ocurre, puedo dejar de preocuparme o de lamentarme, y enfocarme en la realidad. Si hay un problema, debo poner toda mi capacidad en resolverlo, y si no tiene solución, al aceptarlo puedo centrarme en otras cosas que necesitan mi atención.

“Fortaleza para cambiar lo que puedo cambiar, aceptación para aquello que no pueda cambiar, conciencia para discernir entre ambas”.

Perdonar: Descubrí que en la vida vamos acumulando distintos rencores y odios, que van creando un enorme peso sobre nuestras espaldas. Comprender al otro, considerándolo como una persona que actuó como pudo o supo; muchas veces para defenderse de un supuesto agravio de uno mismo. Perdonar es una necesidad que nos aligera, que nos convierte en dioses para devolvernos nuestra humanidad.

Soltar el Pasado: Tras el perdón a los otros, es necesario perdonarme a mí mismo; por lo que hice de malo, o lo que no hice. Yo fui como el otro: hice lo que supe y pude. Con esa conciencia, los temores del pasado ya no ensombrecen mi vida. El pasado hizo la persona que soy, y mis acciones de hoy son las que crean mi presente.

Agradecer: “¿Quién dijo que haya algo que tenga garantía?”,”¿Quién no ama lo que ya no puede volver?”. Son preguntas sabias. Cuando realmente somos conscientes de ellas, vemos la enorme cantidad de cosas hacia las cuales “Dar Gracias” o “Estar felices por contar con ellas”.

Desapego: Vivimos atados a preconceptos, a las cosas materiales, a las personas. Eso nos hace sufrir enormemente cuando perdemos algo que era “muy nuestro”. El peor de los casos es cuando alguien “Se nos muere”. Creo que cierto nivel de apego es justo y necesario; pero a la vez, debemos saber que uno mismo no es las otras personas, ni las cosas. Hay mucho perdido en el camino, pero si seguimos marchando, hay mucho más por ser encontrado.

No aferrarse a resultados: Si las cosas salen mal, y con ello me siento peor, voy creando un círculo vicioso del cual es imposible salir. Si logro poner lo mejor de mí, debo “reconocerme a mí mismo por ello”, sin importar cómo salgan las cosas.

Vivir el aquí y ahora: “Carpe diem”, la cosecha del día. Si logramos sentir nuestro día como una oportunidad única de vivirlo, hemos hallado el camino de la felicidad. Mientras alguien muere, alguien nace. No podemos perder la experiencia de sentir esa pérdida, ni de festejar esa bienvenida.

Si he aceptado y perdonado, puedo estar atento a mi vida hoy.

Si estoy atento y llevo abierto mi corazón, con seguridad encontraré algo interesante hoy.

Si agradezco esto de hoy, y actúo sin aferrarme a los resultados, estaré desapegado, y tendré un mañana sorprendente.

Fortaleza: En relación a mi enfermedad, no es poca la gente que sin conocerme, me dice: “Hay que ser fuerte”, o mi propia madre: “Hay que poner todo en manos del Señor y tener esperanzas”. Yo sonrío y agradezco de corazón. “Fuerte” (y testarudo), ya era antes, pero nada de eso me sirvió para enfrentar la enfermedad. “Esperanza” tampoco me fue útil, porque tuve paciencia y esperanza, pero el que espera, llega a desesperar. Como siempre, cada cual tiene su camino, lo importante es que le sea útil. En mi caso, mi fortaleza fue dejar de luchar contra la enfermedad, y dedicarme a vivir una vida diferente, con capacidades diferentes, sí, pero llena de posibilidades.

Llegué a la Fundación en el año 1991, con esclerosis lateral amiotrófica -diagnosticada en 1984-, con una hija de cinco años y con un divorcio reciente. Un año después, sobrevino la pérdida de la tenencia de mi hija. Demás está explicar cómo me sentía.

Respecto de la enfermedad, escribo en el prólogo de Vivo, mi primer libro, publicado en 1995:

“Tengo treinta y tres años y desde los veintitrés padezco esclerosis lateral amiotrófica, ELA, enfermedad neuromuscular crónica, progresiva y generalmente calificada como terminal. Junto con el diagnóstico, me dieron un pronóstico de vida promedio de cuatro años. No es fácil explicar con palabras la desolación y confusión que entonces experimenté. Todo parecía un mal sueño, no sabía qué hacer ni por dónde comenzar. Lo único que tenía claro era que no iba a rendirme y que no había tiempo que perder. Luego nació mi hija Tatiana, lo que para mí fue un canto de esperanza en medio de la tormenta, una promesa de vida, como un mensaje divino anunciándome: “Vas a vivir”. La idea de no estar para verla crecer me atormentó durante algún tiempo y se transformó luego en la necesidad de escribir para ella, de vivir para siempre a través de mi palabra escrita. Puse mi voluntad al máximo y di lo mejor de mí para salir adelante. Tenía que vivir. Decidí olvidarme del pasado y despreocuparme por el futuro, no podía desperdiciar ni un solo minuto de mi presente seguro. No fue fácil, pero creo haberlo logrado. Hoy escribo y veo crecer a mi hija. Hoy vivo.

Me encuentro limitada en el plano físico pero, paradójicamente, este hecho me llevó a valorar muchísimo más las “pequeñas” cosas y cada día que vivo. Tengo poderosísimas razones para vivir y para dar gracias a Dios. Creo que la vida es maravillosa, cualesquiera sean las circunstancias que nos toquen atravesar. La vida es una elección.

Estas páginas coronan un sueño largamente acariciado, la promesa hecha a mi hija de escribir un libro que recoja mis sentimientos y vivencias. Esta es la herencia que quiero dejarle”.

Lo más positivo de vivir con ELA ha sido encontrarme a mí misma, la introspección, y crecer como persona, evolucionar. La ELA, más que una enfermedad, fue -es- un desafío para mí que me llevó hasta mis propios límites y más allá, mostrándome que, paradójicamente, los seres humanos no tenemos límites.

La Fundación me cambió la vida. Stella, en especial, marcó un antes y un después. A partir de sus enseñanzas, logré manejar todas las circunstancias de mi vida. Stella, como buena maestra, me dio las herramientas y me mostró el camino.

De su mano inicié el infinito y maravilloso camino del alma que no es otro que el camino de la VIDA. Aprendí que todo lo que necesito está dentro de mí y que nada es imposible. Aprendí que la aceptación es la llave para no sufrir y que el perdón es la única forma de liberación. Aprendí que todo pasa. Aprendí que quien conserva la capacidad de sentir, lo tiene todo porque la vida no pasa por lo que hacemos sino por cómo vivimos, por lo que sentimos. Aprendí a agradecer lo que tenía que, por cierto, era y es mucho; y que cada dificultad, cada obstáculo, no es más que una oportunidad de aprendizaje y transformación, la gran posibilidad de convertirnos en mejores personas.

Aprendí que el dolor es inevitable; pero que también es sanador y fuente de plenitud si es experimentado en toda su magnitud, mientras que el sufrimiento es optativo. Aprendí que la fe es saltar sin red con la absoluta certeza de que la red aparecerá en el instante preciso, porque siempre somos provistos de lo que necesitamos. Aprendí que lo importante no es el camino sino el tránsito. Aprendí que cuando descubrimos que el verdadero milagro está en nosotros, todo se convierte en un milagro.

Aprendí que siempre se puede, en cualquier circunstancia y a pesar de todo. Dios está con nosotros y nos provee de lo que necesitamos para que nunca nada nos falte. Dios es infinito y no tiene límites. Dios está en nosotros.

Han pasado muchos años. Experimenté algunos altibajos con la enfermedad (tuvieron que hacerme la gastrotomía y la traqueotomía en 2004), pero desde entonces se encuentra estabilizada. Hoy estoy muy bien. Tengo una buena vida. Mi pimpollo es una bellísima rosa, de veintidós años. La vi crecer y florecer. La acompaño actualmente en su vida adulta. Ahora le pido a Dios ver a mis nietos. Sé positivamente que los veré. No tengo dudas.

Desde hace varios años estoy lejos (físicamente) de la Fundación. Pero cada día resuenan en mí las enseñanzas de Stella. Gracias a ella pude con todo lo que me tocó vivir. Hoy vivo y sigo aprendiendo.

Ama de casa. DNI 5.655.703

Mi nombre es Graciela Scribanti. Llegué a la Fundación Salud hace dos años con mi enfermedad: miastemia gravis. Hacía diez años que me habían operado. Me extirparon un tumor en la punta del pulmón izquierdo y me sacaron el timo que estaba agrandado. Los años que siguieron a la operación fueron terribles. Luego de la cirugía, me costó mucho aceptar la enfermedad.

Gracias a la Fundación y a todos los pasos que fui aprendiendo, el 14 de marzo de 2001 me armonicé por primera vez. Durante los meses que siguieron hice todos los talleres hasta el 1° de mayo, cuando hice el P.A.R.A. y esto fue como ir completando el rompecabezas de mi vida.

En mi caso personal, acepté la muerte de mi hija -muerte súbita- y no estar aferrada al dolor. Ella hoy tendría 27 años.

Esta experiencia es muy fuerte pero realmente vale la pena hacerlo, porque en mi caso giré 180 grados. También fui cambiando la relación con mis hijos, que era bastante mala, principalmente con el mayor (31 años) y la comunicación con Julieta (28 años). Todo esto se había resentido por haberme separado al año de ser operada.

Lo que más agradezco de todo es que ya no pienso en querer morirme y en realidad desde que hice el P.A.R.A. tendría que festejar mi cumpleaños porque aprendí a vivir.

Personalmente, le agradezco a Dios, el ser superior, que me haya guiado en este camino que es la Fundación Salud. Ya sé que si no fuera por Stella Maris y todo su equipo, yo ya no estaría en esta vida y no me va a alcanzar el tiempo para agradecerles.

Catequista. DNI 13.699.004

Yo no llegué a la Fundación Salud, la Fundación Salud llegó a mí.

Lo hizo en medio de una gran confusión personal y previa a una operación de extirpación de colon.

Yo no buscaba nada porque “no necesitaba nada”, me sentía bien atendida y confiaba en los médicos. Mi contacto con la medicina consistía en algún análisis o radiografía, hasta que me intoxiqué con salmonella y terminé en colitis ulcerosa.

La Fundación Salud me llegó por mi hermano y una de las psicólogas que integran el Equipo de Profesionales… Ellos me propusieron ir a ver a la señora Stella Maris Maruso, a quien yo no conocía.

Me recibió afectuosamente, me hizo sentar y cerrar los ojos. Sentía su cercanía física, pero lo que más sentía era cómo me vibraba el intestino y el corazón. Era como el movimiento que produce el aleteo de la polilla que se acerca a la luz o a la llama de una vela. Todo era silencio, no había ni tiempo ni espacio, solo velocidad y algún toque con sus manos que me producían el mismo aleteo o vibración. Cuando terminó, recuerdo haberme fijado no en su cara sino en sus brazos, porque lo que había experimentado era como un rebote. Tocaba por un lado y repercutía en otro, podía percibir sus dos manos; lo que no podía entender era la sensación de “otra mano más” que yo no veía, pero la sentía y estaba.

Me despidió tan afectuosamente como me recibió y me fui en silencio y tratando de entender ¿qué era lo que me había pasado? ¿Cómo era posible tocar adentro?

Las tres operaciones que me realizaron de extirpación, reconstrucción y reconexión intestinal fueron óptimas. Entre cada operación y recuperación seguí concurriendo a la Fundación y a la psicóloga.

En mi incredulidad, yo trataba de entender ¿qué era la Fundación?, ¿para qué estaba? y ¿qué era lo que yo estaba haciendo ahí?

Confieso que no entender me enojaba, pero ahora me hace reír.

No entendía ¿por qué eran tan afectuosos y demostrativos? Es más: hasta me molestaba que me saludaran o se acercaran. Tampoco entendía a qué obedecía el ambiente de cordialidad, tranquilidad y alegría cuando había serios problemas de enfermedades y no solo físicas y detectables, sino de las que no se ven y que nos afectan a todos. Porque un dolor moral o espiritual no se ve pero se siente y también enferma.

En mi incredulidad seguía mirando sin ver; oyendo, sin escuchar; y creyendo que vivía, no sabiendo qué era la vida.

Me encontré en medio de gente que “sentía y siente la vida”, que no solo la celebra y festeja sino que además lo comparte transmitiéndolo. No se puede explicar, solo se puede sentir y creo que hasta me contagié.

La Fundación en realidad somos todos, porque aún y pese a mi incredulidad, también me siento integrante de este “vital centro” donde he aprendido y aprendo que todos los días son distintos e importantes, pero que el más importante es “el ahora continuo” y que de mí depende una buena calidad de vida. Me siento y estoy mejor; y eso se refleja y retransmite.

Me hablaron sobre las Neurociencias, la Psiconeuroendocrinoinmunología y me explicaron cómo funcionaba y qué podía hacer yo para cuidarme.

No me dieron ninguna receta magistral ni nada que esté fuera del alcance de cualquier ser humano; y me hicieron respirar, bailar, cantar, sentir, compartir, tocar la tierra, oler el mar, mirar una flor, me enseñaron a relajarme y me recordaron que la vida no se piensa sino que se vive… que hay que agradecer y seguir adelante.

Por eso, aprovecho para agradecer a cada persona que integra la Fundación Salud que son muchos brazos, muchas orejas con oídos atentos, y sobre todo muchos corazones abiertos…por eso, yo no llegué a la Fundación Salud sino que la Fundación Salud “me llegó a mí”.

Ama de casa. LC 94.481

Llegué a la Fundación en busca de una última esperanza para encontrar ayuda para una persistente neuralgia del trigémino, que me torturó durante treinta años aproximadamente. Recorrí una innumerable cantidad de médicos y de lugares a los que llegaba con la ilusión de la cura prometida.

Ante una nueva sugerencia de una amiga de acudir a la Fundación, me negué rotundamente; sólo quería morir de una vez.

Solamente para darles el gusto a mis hijos accedí a seguir. Fue entrar y percibir algo distinto, sobre todo me llegó al corazón la dulzura y el amor de Stella Maris. Y se hizo la magia, de un día para el otro el dolor se fue. Me parecía mentira. Sentí que nuevamente la vida tenía sentido. Hasta que a raíz de una taquicardia concurrí al cardiólogo quien -sin escuchar mi advertencia de que no podía tomar vasodilatadores- me recetó dos fuertes, que provocaron una vez más el dolor del trigémino. Sin dudarlo, volví a recurrir a la Fundación. Y, poco a poco, paulatinamente se fue aliviando mi dolor hasta que finalmente, en poquísimo tiempo, el dolor desapareció sin volver, desde hace dos años.

Desde que comenzó esta historia me convertí en una “alumna regular” de la Fundación y colaboré para mis mejorías realizando todos los cambios internos que comprendí que debía hacer. Cambiar no es sencillo cuando se tienen ochenta y tantos años, pero el esfuerzo no era poco para completar y agradecer. Hoy día tengo ochenta y ocho años con muy buena salud, años llenos de proyectos y deseos para disfrutar.

En este momento en que mis impedimentos físicos son cada vez mayores, mi mundo interno se expande y toma forma en mis pinturas.

Reformulo las reglas a partir de mi interior, invitando a descubrir y a ver más allá de lo que pinto.

Mi nombre es Gabriel Laufer. Tengo 39 años, un título universitario en Diseño Gráfico y una pasión: la pintura; gracias a la que puedo expresar emociones, sentimientos y compartir mi sentir.

Tengo una enfermedad: esclerosis múltiple (EM) que me dificulta muchas cosas, pero que también me ha dado la gran oportunidad de cambiar y de aprender.

Tengo un cuerpo que no responde como quiero, pero tengo también la certeza de que no soy solo ese cuerpo.

Durante mucho tiempo estuve condicionado a “Estoy bien” o “Estoy mal”, dependiendo de qué bien o mal estuviera mi cuerpo. Hoy me desapego de él. Sé y siento profundamente que soy mucho más que lo que me pasa.

La enfermedad ha sido y es una gran maestra. Estoy lejos de pensar: “Uy, tengo EM, pobre de mí”. Creo que todos atravesamos circunstancias que nos ponen a prueba en la vida. No hay pruebas más grandes o más chicas, no es más importante o más dramático lo que me pasa a mí que lo que le sucede a cualquier otra persona.

Podría suponer que yo soy la víctima, el que está peor porque estoy en una silla de ruedas. ¿Es lo que quiero, estar en una silla de ruedas? Y no, claro que no, pero seguramente es lo que necesito.

Y estoy aquí, aprendiendo, riendo, creando, pintando, amando, viviendo con intensidad cada instante.

Porque, como todos, tengo mucho más que lo que me falta. Solo hay que saber verlo. Es una elección consciente.

Fue a través de las limitaciones físicas como me vinculé más profundamente con el arte. La pintura es algo que sentí desde siempre, pero creo que llegó cuando debía. Lo hizo en un momento en que mis manos empezaron a temblar. No podía usar un pincel, lo que no significaba que no pudiera pintar, sino que debía hacerlo con las posibilidades que tenía. Débora Rakover, mi maestra de pintura de la Fundación, me enseñó nuevas técnicas para que pudiera expresarme con libertad.

Yo pinto desde el sentir. Es él quien me va dictando colores, formas, figuras que el rodillo hace aparecer sobre el papel apoyado en una mesa sostenida por caballetes. Así de simple y de mágico es el proceso de mis obras. No por nada mi primera muestra en el Centro Cultural General San Martín llevó el nombre de “Pinturas del alma”.

Fue maravilloso ver personas que se emocionaban frente a alguna de mis pinturas. Yo había pensado que podrían gustar más o menos, pero que alguien se emocionara al contemplarlas, no estaba en mis cálculos.

¿Cómo podría haber imaginado a los 21 años, cuando recibí el diagnóstico de mi enfermedad, que iba a depararme tantas sorpresas?

Recuerdo el momento en que me impusieron usar un bastón. Lloraba sin parar, no quería aceptarlo. De repente, entre lágrimas, me di cuenta de que gracias a ese bastón que tanto rechazaba, podía mirar el cielo. Y seguí llorando, ya no de pena sino de agradecimiento. Porque cuando tenés dificultades de equilibrio solo mirás el suelo y darme cuenta del cielo fue alucinante. La gran mayoría de la gente cree que la vida termina en la planta baja y se priva de ver la belleza que hay más arriba.

Hoy no festejo mis limitaciones y tampoco las condeno. Llegamos hasta acá juntos y es uno el que tiene que seguir.

A partir de la enfermedad inicié un camino de búsqueda, de interioridad guiado por Stella Maris, mi gran maestra de la Fundación Salud. Con su ayuda aprendí que se puede ser feliz a pesar de la adversidad. Aprendí a aceptar y a regirme por dos leyes esenciales: la ley de impermanencia y la ley de incertidumbre. Vivimos tratando de aferrarnos a la ilusión de los seguro: una relación, un trabajo, la salud, una posición económica. Nos angustia, nos desespera la posibilidad de perder el control, sin darnos cuenta de que lo único que tenemos es el presente, el aquí y el ahora, ya que todo lo demás es incierto, pues todo pasa.

Yo sé que la vida es mucho más grande de lo que te puedan venir a explicar. Por eso, con conciencia, elijo estar abierto al misterio y a la sorpresa de cada día. Elijo, a cada instante, pintar el paraíso, entrar en él y compartirlo.